viernes, 20 de abril de 2012

El Poder de Sevilla.





No hará mucho tiempo que ha pasado la Semana donde todos los sevillanos nos reencontramos con nuestros seres queridos para volver a sentir los sentimientos a flor de piel. Esta Semana, es tan mágica en Sevilla, que no se puede explicar, pero si os puedo contar una historia real que pasó no hace muchos años, cuando el Señor de Sevilla, el Gran Poder, visitó a un pobre hombre.


Era una época donde el Sol iluminaba hasta la sombra más escondida que pudiera haber en las calles, ya era Cuaresma 
Un hombre, que vivía en una casa en el centro de Sevilla, junto con un gran almacén, visitaba constantemente, cada fin de semana al Señor de Sevilla en su parroquia de la Plaza de San Lorenzo.


El pobre hombre, portaba a sus espaldas a cruz de sus problemas, fue multitud de veces a rezar, para aliviar el dolor de su vieja espalda, pero el dolor seguía, no se iba, a esto que el hombre, frente a la Sagrada imagen del Gran Poder en besamanos, se arrodillo en un banco y conversó con Él:


"Señor mío, sabes que soy fiel a ti, sabes lo mucho que te quiero, y sabes todo lo que tengo, pero ayúdame Señor mio del Gran Poder, a aliviar este dolor que me atormenta, por favor, por favor te lo pido, ayúdame Señor..." (decía junto a un Padre Nuestro).


Pasaron pocos días, las calles se preparaban para el transito de los Señores, las parroquias se preparaban ultimando los detalles que faltaran para acabar y subir sus titulares a los pasos. El viejo pobre hombre volvió, pero esta vez se dirigío a paso firme ante el Señor:


"Me has abandonado, ¿por qué? ¿qué te he hecho?, ¿es que acaso crees que he mentido en algo?" - esperaba con esperanza alguna que esa madera se moviera para responder, pero no ocurrió.
"¿Pues sabes qué?, te voy a abandonar igual que tú me has abandonado. ¡No pienso volver a pisar esta iglesia hasta que tú vengas en persona a mi casa1 ¿Te enteras?" - se fue con el mismo paso que entro.


El viejo pobre hombre, sentado en su sillón, junto a un ventilador ante la calor, escuchaba el transitar de los días con su radio, mientras esperaba a que la imagen fuera a visitarle. Él sabia que era imposible que una madera hiciera tal cosa, por lo que la pena le empezó a hacer más daño, por haberle hablado de esa forma, a su Fiel Amigo.


Llegó la Semana Grande, la Semana Santa, los días pasaron con total normalidad, y el Gran Poder impaciente por salir de su basílica. Llegó al fin, la noche que aquí se permite la falta ortográfica, pues la madrugada se transforma en La Madrugá de Sevilla. 
El Gran Poder a paso lento, se acercaba poco a poco al dintel de la puerta, mientras el pobre hombre viejo en su sillón escuchaba con la radio su salida.
Cuando este escuchó que salió el Gran Poder, no pudo evitar las lágrimas, el pobre hombre viejo, apagó la radio y se fue a su cama, a descansar en la noche donde el sueño no existe.
Pasó una hora. Empezó a escuchar un fuerte viento que hacía mover las persianas de la casa, y al fondo se escuchaba una tormenta fuerte, que a los pocos minutos, empezó a descargar.
El pobre hombre viejo, ante el ruido se despertó, y pensó: "¿Señor mio, adonde irás ahora?...".
Encendió la radio, y escuchaba que el Gran Poder a paso de muda desvió su itinerario para resguardarse del diluvio, pero ¿a donde iría?.




A los diez minutos, escucho que alguien llamaba fuertemente a la puerta del almacén. Él pensó que se trataría de alguien de la calle, pidiendo refugio, pero a pesar de su pensar, no pudo evitar decir:


- ¿Quien anda?.


- El Gran Poder, abra para refugiarnos, por favor.




El pobre y viejo hombre corrió como pudo a la puerta del almacén, la abrió completamente, y tras la puerta, vio el paso, mojado, con el Señor de Sevilla encima de el. Cuando el Señor entro en su almacén, y tras Él, su Madre, la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, la Tierra dejo de sostener al pobre hombre, ahora era sostenido por la mirada del Gran Poder, como un abrazo, y este no pudo evitar que cayeran algunas gotas de emoción y a la vez de culpa, sobre sus arrugadas mejillas:
"Señor, has venido.... perdóname por dudar de ti...".






Y a partir de ese día, el viejo y pobre hombre, dejó de ser pobre, pues su cruz, era ayudado por un "cirineo", el Gran Poder, el Señor de Sevilla.
Por eso Sevilla tiene algo que le hace especial, es a su Señor de Sevilla, ese Hombre que carga con la cruz de nuestras culpas, ese hombre cuyo nombre no podía ser menos que... 

Gran Poder.