lunes, 5 de septiembre de 2011

La verdad en un ángel, el último y único ángel.

El ángel desdichado
"Siempre estaré a tu lado como ángel de la guarda que soy; ni la distancia ni el tiempo nos separarán"

¿Cuál es para ti la cualidad que definiría la mejor persona del mundo? Muchos te dirían su fuerza, su capacidad para convencer, su sabiduría, su belleza, etc.
Sin embargo, que gran casualidad que todos aquellos que responden con esas respuestas no aprecian la verdadera cualidad que al menos, para mí, define la mejor persona del mundo.
Para ello os contare esta breve historia. Tal vez un poco triste, dramática, pero eso es lo de menos, lo importante es el significado que contiene.
¿Quién no ha soñado alguna vez con los ángeles?, en un mundo donde solo reina la paz, y la palabra maldad no tiene significado, estaba habitado por ángeles.  Cada uno de ellos protegía a un humano de la Tierra. Los ángeles eran además de inmortales, invisibles para la vista de un adulto ocupado por su trabajo, pero no para la de un niño que solo quiere conocer lo que le rodea.
En este mundo todos los ángeles tenían alas blancas, pelo rubio, ojos azules tan claros como el agua y brillantes como un cristal al Sol. Al ser inmortales había miles y miles, pero sin embargo, si hacían algo que no debían o que quebrantara las leyes del mundo eran descendidos al mundo mortal.
Pero algo paso, que cambio la paz de aquel mundo en una paz muy distinta. De entre todos los ángeles blancos, nació un ángel, de piel blanca, muy pálida y fría quizás, pelo negro, los ojos oscuros como la noche, y las alas negras. Le pusieron de nombre Triste.
Era la primera vez, desde que el tiempo empezó a ser tiempo, que nacía un ángel de color distinto a todos los demás, lo curioso es que todos lo que eran blancos solo se podían diferenciar por su físico y su voz, pero Triste era muy distinto, destacaba haya por donde pasaba o volaba. Destacaba tanto entre los de su especie, que empezaron a temerlo, pero ese temor no tardo en convertirse en odio contra él.
Todos siempre se ponían en contra suya, incluso su familia, que se creían que al haber tenido un hijo distinto a sus hermanos, pensaba que estaba maldito. Triste no podía hablar con nadie, todos huían o le protestaban sin razón alguna. Solo tuvo un amigo desde que nació, que le apoyo hasta el final, el final de la amistad, ya que no tardo en ser convencido por el resto de la sociedad, por lo que Triste estaba solo en este mundo de lo que antes era de “paz”.
Fue tal punto, que le quitaron del cargo de ángel de la guarda, antes incluso de que tuviera edad para ejercerla, que es a los 100 años. Triste solo sentía un vacio en su corazón, no sabía que es sentir un abrazo, no sabía que era el sentir que te dijera, “te quiero”, no sabía nada, solo un vacio profundo. Su único deseo era desaparecer de aquel mundo que él lo llamaba prisión, intento más de una vez matarse, pero era inútil ya que era inmortal. Los altos cargos al enterarse de sus actos, decidieron desterrarlo al mundo mortal para siempre, para Triste no le pareció mala la idea ya le daba igual lo que pasara. En su descendimiento, nadie hecho ninguna lagrima por su ida, todo lo contrario, gritaron de alegría.
 Triste al descender, cayó en un campo lleno de lirios azules, de entre todos los lirios azules vio uno de color blanco, se acerco a este lirio y la acaricio, el pensó que eran iguales, distintos a los demás, sin ninguna relación con los demás. De repente, se levanto un fuerte viento y los pétalos del lirio blanco volaron, Triste sonrió, ya que el lirio blanco, era libre, podía viajar a donde quisiera sin ningún temor a nada. Entonces escucho una risa de una niña pequeña, giro asustado mirando a la dirección de donde procedía esa risa, entonces apareció la niña. Llevaba un vestido amarillo, con un lazo grande y blanco a su espalda haciendo de cinturón, la niña pregunto a Triste:
 -“¿eres un ángel?”
Triste no sabía que decir, intentaba decir tantas preguntas y en todas tartamudeaba, nunca había hablado con nadie desde hace mucho tiempo, la única pregunta que le salió bien fue:
- “¿Por qué dices que soy un ángel?, ¿acaso no soy un monstruo?, soy muy distinto a los demás….”
- “no eres un monstruo, eres un ángel, si no, no tendrías alas” terminando con una sonrisa y formulando nuevamente otra pregunta a Triste “¿cómo te llamas? Yo soy Lidia, encantada”
-“Mi autentico nombre no lo sé…, aunque me pusieron Triste, por ser distinto a todos, supongo, que ese debe de ser mi nombre”
-“Es un nombre un poco…. ¿triste?, porque no te ponemos otro, al fin y al cabo eres un ángel, y los ángeles no tienen por qué tener nombres tan “tristes”” Respondió Lidia con una sonrisa irónica. “¿Te gustaría que te llame Rayito de Luz?, no sé, siempre lo veo en los cuentos como algo alegre, además te pega el nombre, tu piel brilla con el Sol, es como si tú mismo le dieras luz al mismo Sol”
 Triste que paso a llamarse Rayito de luz, sintió algo en su interior, sintió como su corazón frio y solitario, estaba siendo abrazado por el calor de la amistad que le estaba ofreciendo aquella niña tan inocente. Se llevaron tan bien, que en ese momento empezaron a contarse sus vidas unos a otros, Rayito de luz le conto todos los malos momentos que paso, y no pudo evitar el llorar, a lo cual se asusto, ya que nunca lloro. Lidia cogió un pañuelo y le seco las lágrimas a Rayito de luz.
-“yo soy tu amiga, además tu eres un ángel, vosotros sois seres maravillosos que pueden volar. Hagámonos una promesa, y será para siempre, seremos amigos toda la vida, aunque nos separen las distancias ¿vale?”. Rayito de luz acepto rápidamente aquella promesa.
Desde aquel momento, siguieron pasando los años, Lidia se mudaba de una casa a otra debido a los trabajos de sus padres, Rayito de luz siempre iba con ella a todos los sitios, solo ella le podía ver. Cuando Lidia consiguió un trabajo , Rayito de luz temía que no la pudiera ver más, pero paso todo lo contrario, la promesa que hicieron cuando Lidia era una niña había hecho que le pudiera ver incluso aunque fuera todo una mujer hecha y derecha ya, Rayito de luz era el más feliz del mundo.
Había conocido alguien en que confiar, un simple mortal, que le ofreció su amistad a un inmortal, incluso Rayito de luz empezó a jugar con los hijos que tuvo Lidia después de que se casara con su marido. Pasaron los años, y Lidia se hacía mayor, y le pidió que mantuviera esa promesa, con sus hijos. Cuando Lidia murió por vejez, Rayito de luz sintió un vacio, pero que pronto volvió a llenarse de felicidad, porque estaba con los hijos de su mejor amiga, cumplió su promesa, y esa promesa volvió a surgir con los hijos de los hijos de Lidia, y así sucesivamente mantenía la promesa que le hizo a Lidia, una promesa que convirtió a este ángel desdichado en el ángel con más suerte del mundo, hasta el fin de los tiempos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario